Benigno Malo: la situación de la arqueología se soluciona con trabajo y más trabajo.



Por Diego Matute Contreras y Hernán Rodríguez Girón

CUENCA, Ecuador (04/04/20).- Benigno Malo Vega, nació el 15 de junio de 1933, padre de 4 hijos, Ada Rosa, la mayor, puertoriqueña, meteoróloga; Benigno, médico; Inés, bioquímica y Carmen Eugenia. Siguió la carrera de Filosofía y Letras. De profesión criminólogo, tiene una pasión, la arqueología. Fundador de la sección de antropología de Casa de la Cultura Núcleo del Azuay. Autor de “El tesoro del Sígsig”.

Traductor al español de importantes y destacadas obras científicas de arqueología regional: “Reconocimiento y excavaciones en el austro ecuatoriano” de Donald Collier y John Murra, “Etnografía antigua del Ecuador” de Paúl Rivet (en colaboración con Catherine Lara), obras que han contribuido al desarrollo y el esclarecimiento de esta rama científica en el ámbito local. 

Amigo personal de destacados investigadores como el peruano Larco Huir, mecenas y multimillonario con una actividad similar en Ecuador a Jacinto Jijón y Caamaño, Betty Meyers o Cliford Evans. Fundador de la Revista de Antropología de la Casa de La Cultura Núcleo del Azuay. Secretario de la Intendencia de Policía, siendo Intendente Nelson Dueñas. Secretario del alcalde Luis Cordero, durante el Cuarto Centenario. Participó como asesor del Museo Pumapungo en el Simposio de Arqueología Urbana del año 2019. 

¿Cuál es su formación?

Derecho en la universidad, ciencias sociales. Postgrado en Italia en antropología y criminología de la Universidad de Roma, tres años. Pero siempre mi tendencia fue la arqueología, yo quise ser arqueólogo. Pero no había en Ecuador donde estudiar. Además en mi casa me decían, oye que vas a ser de arqueólogo, de que vas a vivir. Aquí este asunto no es apreciado por nadie. Comencé desde la universidad, por la influencia que tuvo en mí un gran jesuita, el padre José Joaquín Flor Vasco, profesor de historia. Él fue el que me animó a esta cuestión de la arqueología. Su cátedra de historia no era de esas cátedras aburridas que se tenían tradicionalmente. El traía documentos, nos hablaba de Uhle, de Jijón y Caamaño, de González Suárez, de la cerámica, de la lítica. Con todos estos antecedentes estudié todo lo que podía. Fui un autodidacta. Cuando tuve oportunidad asistí a algunos centros de investigación y trabajo arqueológico. En la Universidad de Cuenca, en su biblioteca, siempre buscaba materiales interesantes pero no había casi nada y un día el bibliotecario me dice que ha encontrado unas revistas de origen peruano amarradas con una piola. Todas polvorientas. Llévate esto para que estudies. ¡Eran todos los textos de Rafael Larco Huir!. El distinguido arqueólogo y millonario peruano de la zona de Trujillo, allí tenía su gran hacienda, sobre todo de caña de azúcar, tenía como 70.000 hectáreas, empezaba en la costa y se extendía hasta la cordillera, eso sí que era un latifundio. Todo bien organizado con una gran ayuda social, daba trabajo a miles. Entonces él podía darse el lujo de ser arqueólogo. Yo le escribí una carta, porque la universidad no podía darme sus libros y yo quería tenerlos y no había fotocopiadoras. Le escribí como estudiante universitario ecuatoriano interesado en el estudio de las culturas peruanas y le consulté sobre cómo podía conseguir sus textos. En una época en la que imperaba la paranoia con respecto al Perú. Carta que se dirigía al Perú era interceptada y había un grupo militar en el correo que hacía este trabajito. Tuve que valerme en Guayaquil, del Consulado Peruano para que le entreguen la carta al amigo Larco. Al poco rato recibo un recado del Cónsul Peruano en Guayaquil, que venga a retirar una correspondencia y un material. Fui a Guayaquil en una época seria, la carretera recién estaba en construcción por unas montañas espantosas, 6 horas de viaje, había que tomar el ferrocarril en El Tambo, hasta Sibambe y de Sibambe a Guayaquil. Una ruta más directa. Me encontré con la gran sorpresa de los libros y una carta muy afectuosa en la que se muestra muy sorprendido de que un joven ecuatoriano esté interesado en la arqueología peruana y me invita a que le visite en Chiclín, a participar de unos días de trabajos arqueológicos y me puso a disposición la biblioteca. Fui allá, siendo recibido con todo afecto, con toda generosidad y pasé con ellos tres meses. Estamos hablando de 1954 o 55. Aprovechando coyunturas, escapaditas que me podía dar me fui nutriendo de cosas. En Italia aprovechaba los fines de semana para un programa con la Universidad de Nápoles, de excavaciones en la región de Herculano, al lado del Vesubio. Allí me dieron un certificado de haber asistido y trabajado y logrado mi experiencia en técnicas de trabajo arqueológico. De restauración. En Herculano pude observar murales hermosos, mosaicos, la destrucción de la lava y también los muertos, calcinados por la ceniza volcánica. En algunos sitios la lava había entrado, pero en otros eran los efectos de la ceniza a altísimas temperaturas. O la ola de calor, que mató instantáneamente a la gente. Me tocó volver a Ecuador y hallé un cuadro negativo. No había nada que hacer en el campo antropológico o criminológico, en Cuenca imposible en las universidades, tenían ya organizadas sus cátedras. En Quito me ofrecieron algún trabajo, pero implicaba abandonar nuevamente a mi familia, ya tanto tiempo abandonada y para ir a Quito nomás. En Quito, el que fue gerente general del Banco Central, que no sabía cómo organizar la colección de piezas arqueológicas adquiridas a Max Conan y en diversos sitios de la Costa, por recomendación de unos familiares y amigos, me contrata. Esto fue en el año 1957, poco antes de mi especialidad. Yo ya tenía una beca para irme a Italia y francamente no me agradaba la idea de ir a meterme en Quito. Y despreciar todo el ambiente cultural al que yo iba a exponerme en los años siguientes. Hernán Crespo entró allí en juego. A la final me ofrecieron una cátedra en la Escuela Superior de Policía. Camilo Ponce que estaba en los últimos días de su mandato, me manda como agregado civil de la embajada del Ecuador en Costa Rica. Para mí maravilloso, porque ese era mi contacto con la arqueología mesoamericana. Allí estaba Doris Stone de Costa Rica. Y de allí fue un salto al Museo de Antropología de México. Seguí acopiando conocimientos, adquiriendo bibliografía, que era lo más importante.

¿Dónde realizó sus estudios escolares?

En los Sagrados Corazones y el colegio en los Hermanos Cristianos y de allí a Puerto Rico, donde pasé casi siete años. Fui profesor de la Universidad de Puerto Rico y asesor criminológico en la Universidad de Puerto Rico. Fui a Washington a la Academia Interamericana de Policía donde iba a dar conferencias. Allí de inmediato me vincule con Betty Meyers y Clifford Evans. Me hice amigo de esta famosa ceramista, que tiene su obra “Cerámica para arqueólogos”, que debería se traducido al español. Yo aprovechaba todas las oportunidades para ir conociendo más sobre arqueología. Asistía a congresos y simposios. Cuando regresé al Ecuador con más experiencia, acudí a Colombia y Perú. En Bogotá conocí a dos personajes importantísimos, un holandés y un alemán, el holandés que llegó hacer toda la investigación del precerámico en Chiviriquete. Las investigaciones en los alrededores de Puerto Hormiga, con presencia antiquísima de 7.000 años atrás. Que se explica porque toda la migración que vino del norte no se desplazó por la costa del Pacífico. La mayoría de la gente tomó la ruta del Atlántico, por la vegetación. En la parte del Pacífico estaba el Chocó, una tumba verde. Prefirieron el bosque seco de la costa atlántica. Y luego se desplazaron al Amazonas. Les motivaba la carrera por la sal. En la zona oriental la sal es muy escasa. Los depósitos salinos producto del alzamiento del lecho marino eran muy pequeños. En los andes la cosa es mucho mayor. Uyuní en Bolivia son 12.000 km2 de sal. Sipaquirá al lado de Bogotá, es otra inmensidad. En el Ecuador son pequeñas las afloraciones, pero que nos orientan también a las ubicaciones: Chaullabamba está al lado de la quebrada del salado. Y así, al seguir explorando, donde hay un desarrollo humano, hay algún pedacito de sal. Pero sobre todo la gran carrera fue al mar, de todos estos grupos amazónicos, que gestaron las grandes culturas del norte peruano. Formativas. Vinieron de allá de la selva amazónica. En la cuenca del Chinchipe están sitios arqueológicos antiquísimos. Hay pictografías de 6.000, 7.000 años en todo ese valle del Chinchipe y del Marañón, que no es vegetación exuberante o selva, es bosque seco. Para mí fue demoledor la primera vez que fui al Marañón, entré por la parte de San Ignacio y me encontré con un bosque semiseco, casi un desierto en el fondo del Amazonas, allí donde está el sitio de Tomependa, muy interesante. Tomependa, Tomebamba, Hay algo de relaciones que todavía no se han establecido. Y no es la cuestión del tumi, ¿qué es tome?, que está en la genealogía mítica de los Incas, ¿qué es?. A lo mejor Tome Bamba es el sitio de Tome, no sé. Así lo denominaron los incas. Es otro punto para elucubrar e investigar, pero aún estamos en pañales. 

¿Qué pasó con la arqueología en el Oriente?

Ese es un campo enorme, inédito. Eso está lleno, por donde uno va, de fragmentos de cerámica. Algo se ha hecho. Porras rescató bastante, mucho. Pero se han dado dos o tres misiones de arqueólogos en diversos sitios, pero mínimas, cubriendo pequeños espacios territoriales, comparando con la inmensidad de la Amazonía. A mí me tocó el servicio militar en mi época de universitario y ante las emergencias internacionales, se decretó la asistencia a los cursos de oficiales de reserva de universitarios. A mi mandaron primero a Quito, a la Escuela de Caballería, al Grupo Yaguachi, allí pasé 4 meses. Y después hubo un problema allí con alguno de los oficiales y a mí me mandaron como castigo al Oriente, a hacer el curso de comando. Me destinaron a Macas, al Batallón de Selva Número 11 Quito. Me tocó tomar la vía Sevilla de El Oro-Cerro Negro-Méndez. Tres días de camino, con el padre Salamea, que era párroco de Sevilla de El Oro y mi amigo, era un gran admirador de los salesianos y exaltaba la obra salesiana, de Albino del Curto. Justamente en Sevilla de El Oro hay un monumento a Albino del Curto. Allí, en esa población, se vivía una eterna discusión sobre, la vía baja que va siguiendo el curso del Paute por Namangoza y la vía alta que atraviesa la cordillera por Cerro Negro, hacia Méndez. Pues este querido amigo el padre Salamea, me proveyó de una buena mula y descendí a Méndez. Allí conocí a Guillermo Durán Arcentales, que fue después jefe del Triunvirato. Vivían en una precariedad tremenda entonces los soldados y cuando llegué, Durán me dice -no tengo donde alojarte-, porque de allí tenía que continuar a Sucúa y Macas. Dos días y medio más. Fui donde los salesianos. Me acogieron con todo cariño y me brindaron las facilidades para llegar a Macas. Después, unos días en Macas, en la unidad de infantería, sabían que yo estaba castigado por el cuento de que yo le había pegado a un oficial de caballería que nadie le quería, un cuento, una calumnia, que me echaron a mí, porque yo nada tuve que ver, dimes y diretes y porquerías, ese oficial fue el autor de que me castiguen y de que vaya para allá. Por la buena relación que había entre infantes y caballería, me dan un recibimiento de héroe y me tratan de maravilla. El jefe de la unidad me dice vea hermano no se preocupe quédese descansando aquí unos días y después para que continúe su trayectoria, tenía que atravesar el Cutucú a Taisha y pasar los destacamentos de Macuma, todo eso, hasta llegar al Morona y el Yaupi. Así es que me tocó andar por todos esos lugares y allí veía yo tiestos por todos lados. Y alfarería fina, lo que más me causó admiración siempre. 

¿Están todos esos lugares por estudiarse?

¡Está por estudiarse! Vinieron de allá, bajaron de acá ¿o se encontraron?, ¡eso está por verse!. 

¿Cuál es el futuro de arqueología regional?

Habría que tomar una serie de medidas. El estado tiene que actuar, las municipalidades que tienen atribuciones tienen que actuar, hay que preservar los sitios con medidas duras, decretar límites, intangibilidades, nadie puede tocar. Seguir el ejemplo de otros países. Crear la escuela de arqueología, Ecuador tiene arqueólogos contados con los dedos de las manos y el campo es inmenso. Aquí, solo en el Azuay, tenemos para 100 años y más de trabajo: Chaullabamba, el Boquerón, El Cerro de Monjas, Cumbe, solo allí hay 4 entre docenas de otros sitios; en las alturas de Yunguilla todavía hay vestigios, sitios preciosos. Primero preservar y delimitar, comprar para que no haya problemas, porque eso de que vamos a compartir con la comunidad eso no funciona, es un cuento, la comunidad tiene tal día un criterio y al otro día otro y así no se llega a ninguna parte. En el Perú se tomaron medidas drásticas. El ejército se metía y no entraba nadie. Y al que entraba aténgase a las consecuencias. Miren Sipán, es un milagro. En Alacao, ¡qué pasó! cerca de Riobamba, es una de las vergüenzas de los últimos años, creo que en el 2005, en el gobierno de Gutiérrez. La poblada se dedicó al saqueo, se sacan 5 toneladas de oro. Jorge Eljuri tiene el mérito de haber comprado un par de toneladas, eran filas de gente en su casa. Él lo cuenta en una entrevista de 5 páginas para diario El Expreso y fue también portada de la Revista National Geographic en su versión en Francia. Él tiene ese mérito de haber protegido, el coleccionista. Ha preservado las cosas y están allí. Es cuestión del estado el tomar las medidas adecuadas. Que también es un coleccionista. El estado debe comprar, antes de que esas cosas se destruyan, compre. Sera un uno por mil, de todos los saqueos robos que ha habido. 

¿Cuáles son las técnicas de prospección?

Con respecto a los cañaris, insisto, son especulaciones, porque no hay materiales asociados. Solo hay una cerámica, que es la Inca. No hay nada cañari en Cuenca, en los alrededores es donde hay que buscar, en tumbas. Eso lo he conversado con Jaime Idrovo, mi amigo, hay que buscar las tumbas. No vas a encontrar estratigrafía, tú andas obsesionado con eso, pero no, no hay. Hay que ir a las tumbas, que son de pozo profundo, de 4, 5 y hasta 8 o 9 metros de profundidad, pero hay necesidad de tener la técnica de los huaqueros para localizarlas. No hay un recetario arqueológico. La una técnica del huaquero es “tierra movida”, donde hay tierra movida allí está la tumba y por eso utilizan la baqueta. Andan baqueteando. Hay una técnica mejor, una segunda técnica, los cortes en el terreno de 20 a 30 metros de largo, de 2 a 3 de ancho y 1 metro de profundidad y allí se va estableciendo cual es el terreno virgen, intocado y el terreno que fue adulterado. Se hace un barrido. Una tercera técnica es observar y hallar todos los residuos del rito funerario, carbón y tiestos indican en donde está la boca de la tumba, solo queda cavar. Queda en el terreno indicado correctamente donde está la tumba. Tierra suave y paredes de la tumba y de allí se va para adentro. Allí tienen los arqueólogos todas las oportunidades para hallar materiales. En los ritos funerarios se cocieron los alimentos, hay carbón arriba y abajo. Yo les he sugerido que hagan eso, entonces allí sí vamos a aclarar que fue Tacalzhapa y que es esta otra cerámica, que también se dice que es Tacalzhapa, con lo cual no estoy de acuerdo. No sabemos, no sabemos nada. El padre Durán, un hombre de una gran intuición, decía, del último período hay una cerámica antropomorfa, muy rústica, a la que llama terracota, que es acá de Baños, a la que se llama Tacalzhapa, allí está la cosa, Quingeo. Por ahí es. Y la otra que es la del valle del Santa Bárbara, Gualaceo. Sísgsig, Chordeleg, Paute, Bulán y todas esas partes. Pero son diferentes. Son dos entidades diferentes, el tratamiento de la cara, la calidad del engobe, la pintura, etc. Hay que investigar, estudiar in situ. Dar mayor valor a las colecciones. La pasión no falta, a veces falta la plata, el interés… Hay que conseguir la plata, la sensibilidad de los gobernantes. 

¡Pero son tantos los lugares!…

Hay que comenzar por algo, abarcar tanto imposible, son tantos los lugares, es enorme. La ocupación humana fue total, por todo lado. En Gapal había una ocupación enorme, antes había cantidad de tiestos, en las faldas de Gapal, ahora todo son casas, habían solo árboles y Gapal era una loma pelada. Yo era aficionado al tiro al blanco y allí había un polígono de tiro, el polígono estaba entre la estación ferroviaria y el cerro. 500 metros más o menos. Después de cada aguacero se llenaba de tiestos que bajaban de la montaña. Por todo lado. Esto estaba poblado por todo lado. En el Plateado. Cuando se camina hay un río de tiestos. Lo que hay que hacer es trabajar. Collier y Murra dicen en uno de sus trabajos “el problema de la arqueología regional solo se va resolver con trabajo y más trabajo”. Pero tiene que ser con un entre centralizado, la universidad, no como un lugar de aprovechamiento de 4 vivos sino creando un departamento de antropología y la Escuela de Arqueología y allí gastar plata trayendo profesores del Perú, de Colombia, de Estados Unidos, de Europa, que sí vienen. 

¿Pero los arqueólogos de hoy se atacan unos a otros?

No sabemos nada. Se han inventado una cantidad de cosas. Están perdiendo el tiempo enfocados solo en el Castillo de Ingapirca. Hay cosas más importantes, el Castillo de Ingapirca son apenas 500 años, pero tenemos ¡8.000 años de ocupación humana!. Y formaron la Comisión del Castillo de Ingapirca algunos buenos amigos ya fallecidos y no lo hacían de mala fe, sino por un entusiasmo mal orientado, Jacinto Cordero, la Eulalia Vintimilla, Carlos Arízaga.

¿Cuál es el legado para el futuro?

Se va dar trabajo al arqueólogo del futuro cuando esta sociedad se dé cuenta que la arqueología produce réditos, como los peruanos lo hacen, como los colombianos lo hacen. Allí tenemos un camino muy duro, difícil, que es convencer a la gente que esto es lo que hay que hacer. Estudio, escuela, inversión, no hay otra forma y nadie nos va a venir a dar haciendo las cosas, nosotros tenemos que hacerlo, nosotros mismo. Hay que analizar una cosa, quienes son verdaderos arqueólogos que exhiban sus estudios, su currículo, porque hay muchos arqueólogos de masterado. Aquí necesitamos gente de 6 a 8 años de pregrado. Quisiera que venga gente como los peruanos, el más joven y el más brillante de ellos es Gabriel Prieto, el hizo su carrera de arqueólogo en el campo, allí. Sacándose la madre, a sol pelado, en medio de la polvareda para después hacer el doctorado, un camino de 4 a 5 años. Ese sí es un arqueólogo, allí está la cosa, por lo menos 5 a 6 años de trabajo y experiencia. 

¿Qué le ha hecho más daño a la la arqueología ecuatorianas?

El qemimportismo. La gente está preocupada donde hay dinero. 

¿Por qué el Banco Central compraba colecciones de bienes culturales?

El Banco tenía ciertas utilidades, ciertas ganancias, que si no las gastaba se iban a perder, entonces al Gerente General del Banco en ese entonces se le ocurrió la brillante idea de comprar colecciones. Fue una época dorada del colecciones. Y también había estas colecciones que iban a perderse, moría el dueño y los descendientes no sabían qué hacer con estos cacharros. El Banco compró y salvó algunas. Yo hablé con Max Conan y me dijo que a la familia le importaba un pepino y que su colección iba a desaparecer. Ojalá alguien retome estas compras. Max Conan era un antiguo representante de una casa comercial de Guayaquil y andaba por aquí y por allá y se encontraba con estas cosas y las compraba. No había una actividad científica era solo un coleccionista. Eran cosas valiosas. En Cañar había un señor Clavijo, padre de Ezequiel Clavijo, que adquiría las cosas de toda la zona, piezas arqueológicas y tenía su colección. Una de esas colecciones compró el colegio Benigno Malo. Hay una colección arqueológica importante en el Benigno Malo, que ha sufrido las consecuencias del descuido, para variar. Los peruanos en esto fueron muy inteligentes, supieron valorar las cosas. 

¿Qué fue lo que se quemó de la colección de Padre Crespi, qué se perdió?

Del museo arqueológico creo que casi nada. Alguna cosita con el derrumbe de alguna parte del techo. Algunas pocas piezas de cerámica se rompieron. Pero lo demás quedó allí.

¿Cómo estaba distribuido ese museo?

Era un amontonamiento. A pesar de que tenía cierto espacio, era tal la cantidad de cositas que tenía y además el criterio museológico del Padre Crespi, tenía amontonaditas las cosas, por aquí y por allí, era como una bodega, eso era. 

¿Había algo realmente valioso en ese museo?

Las cerámicas. Había una pequeña vitrina con objetos de oro, pero cositas pequeñas, narigueras, habían unos mullos, una shakiras creo que se llaman y cositas así.

¿Pero no grandes piezas de oro?

Eso no había. Esas son fantasías. Al Padre Crespi lo embaucaron posiblemente y en sus últimos años comenzó a flaquear su mente, ya podríamos hablar de un inicio de demencia senil. Conociendo el amor que él tenía por estas cosas, llegaron allí con todas estas barbaridades, unas vulgares planchas de tol, una montaña de planchas que él un día me mostró y no le dije nada porqué hacerle una observación discutirle a Crespi era cosa seria.

¿Cuál era el criterio de Crespi con respecto a esas planchas?

Que eran auténticas y que aquí en Ecuador habían estado los sumerios y los etruscos, los babilonios y los egipcios…

¿Ese fue un discurso que Crespi lo mantuvo durante su vida y solamente en los años finales?

Ya hacia el final, hacia sus últimos años. 

¿Crespi era un hombre gran conocimiento, de una enorme formación?

Sus estudios y su trabajo en el Oriente fueron fabulosos. 

¿Estando en sus cabales no había como para engañarle?

No.

¿Crespi perteneció a un grupo de salesianos (Spinelli, Albino del Curto, etc) de una enorme formación y en su época era reconocido como una eminencia?

Eran unas eminencias. Yo le conocí a Albino del Curto, a Spinelli, a todos ellos. Yo anduve mucho con las misiones salesianas, era orientalista, amante de la naturaleza. Eran hombres de mucha cultura, no eran cualquier cosa. Yo sigo sosteniendo que fue un problema de extravío mental del Padre Crespi ya en sus últimos años, era un problema de edad. 

¿Qué edad tendría el padre Crespi cuando comenzó a armar su colección de placas y planchas metálicas?

Estaría ya bordeando los 90 años. Al final de su vida. 

¿Anterior a eso él había hecho su colección de cerámicas?

De cerámicas, de lítica, de concha, de todos los materiales. Él divide en un documento sus bienes en una pinacoteca, en piezas arqueológicas, de oro, lítica y placas de cobre. El tenía su colección de cerámica, la original que yo le conocí. Había más de un millar de piezas. 

¿Cómo adquiría sus piezas de cerámica?

Le regalaban. Y compraba también. Estaba tan vinculado a nuestra gente por su obra social que le que querían, le adoraban al Padre Crespi y bastaba con que él pidiera alguna cosa para que la gente le diera. Padre le traemos esta cosita a un precio simbólico y el pagaba. 

¿Su legendario carácter fuerte, impositivo, era un su etapa senil o siempre tuvo ese carácter?

Se agudizó al final. Pero era un hombre de acción, un hombre con ideas claras, entonces para hacer sus cosas el tenía que tomar decisiones y ser ejecutivo. Cuento un episodio allá en el Oriente. Los salesianos se quedaron aquí de milagro en la época de la persecución liberal masónica de Alfaro. A los que estaban en Quito y en otros sitios los sacaron a patadas y los llevaron caminando por las selvas noroccidentales de Quito, hasta Manabí. En medio de toda clase de injurias y de golpes les llevaron hasta Guayaquil y de allí al exilio. Los recibieron en el Perú, en donde fueron muy bien tratados, donde fundaron un colegio y una institución en Arequipa. Consta en la historia. Los de aquí de Cuenca se quedan en el Oriente por gestiones del gobernador alfarista que les quería mucho a los salesianos. Entonces, Alfaro dice, bueno si usted me garantiza que estos no van a causar molestias, que se queden allá, pero guardando todas las normas y los límites, porque yo he acordado con el Perú que nosotros vamos a estar hasta aquí y ellos en resto de la región oriental, por eso expulsa a los Jesuitas que estaban cerca de Iquitos, en el Napo. Ese fue el peor crimen que cometió Alfaro pagando los favores que recibió en Lima, porque allí preparó la revolución liberal. Bajo auspicio de Avelino Cáceres, presidente y masón. Pero al mismo tiempo adorador de los jesuitas. Porque en la época de la guerra Chile-Perú, Avelino Cáceres se refugia en la Casa General de los jesuitas en Lima y ahí le mantuvieron escondido en Lima. Tenía una gratitud enorme a pesar de su ideología fue con los jesuitas de lo más regalón. Fueron expulsados de Ecuador y recibidos en Perú y perdimos para siempre el Amazonas. Alfaro de acuerdo con este arreglo con Cáceres y la dirigencia política-liberal-masónica peruana cometió estas tropelías pero con excepción del Vicariato de Méndez y Gualaquiza de los salesianos. Quedaron también los dominicos en el Pastaza, por su relación que tenía con el padre Vacas-Galindo. Los salesianos se movían en esta área. Entraban al Ecuador vestidos de civiles, no de curas. Hay anécdotas. Cuentos del Padre Crespi. Había órdenes de avanzar hasta cierto punto, pero cuidado con llegar a meterse en el sector peruano. Pero Crespi hizo caso omiso y un día cogió una gente, baja por el Santiago y llega hasta el Pongo de Manseriche. Eso hizo y con la bandera ecuatoriana. El oriente era abandonado, yo lo conocí a lomo de mula y a Gualaquiza eran tres días, a Méndez tres días a mula, a Limón lo mismo. Era una cosa terrible, nadie iba allá, ni creían. Nadie. El mismo Galo Plazo un día dijo que el Oriente es un mito. 

¿Crespi mandó a una colección de bienes culturales a la Feria de Turín, esos bienes regresaron alguna vez o se iban y nunca volvían?

Fue una colección etnográfica, vestuarios y utensilios shuar. Eso fue a parar finalmente en El Vaticano. En el Museo del Vaticano. 

¿Qué hacía Crespi con sus colecciones?

Llegó un momento en que el cura ya no tenía plata, había agotado toda su fortuna en obras sociales y de caridad. Desayunos y comidas para un centenar de niños. Allí estaba la obra de Crespi, una obra maravillosa en una época de abandono y sufrimiento. Se le agota la plata y una idea divina le sugiere que dado el interés en Europa por los bienes culturales de Latinoamérica, podía conseguir allí algún comprador y plata continuar su obra. Él tenía un montón de cuadros que le regalaban porque era del confesor preferido de la gente. Era un confesor maravilloso, porque no preguntaba las cosas, solo decía muy bien, muy bonito, muy bonito, muy bien, muy bien, muy bien y de inmediato la absolución. Terminado el lío. Entraba a las casas y tiendas humildes de Cuenca y allí veía las paredes llenas de cuadros. Proponía la compra y la gente le regalaba, ya lleve, lleve… Esto es de la abuelita, pero ya se murió la abuelita, entonces llévese. Así reunió muchas cosas y las comenzó a mandar a Europa, había hecho ya unos dos o tres envíos, pero el último envío lo detectan por una denuncia. Creo que fue en los 60. Esa colección de cuadros fue a parar en la Casa de la Cultura. Allí están. En la pinacoteca. Y no sé si estarán, allí ha metido mano mucha gente. No se si estarán. Como metieron mano en el Museo Municipal, los ladrones han estado muy activos. 

¿Cumplieron las misiones religiosas la función de extender la frontera, de defender la soberanía en el Oriente?

Las misiones religiosas, eran ellos.

¿Fueron las misiones religiosas las destructoras de las culturas amazónicas?

No es cierto. Ellos preservaron las culturas. Lo único que hicieron fue darles el cristianismo y rescatarles del verdadero primitivismo y salvajismo en el que vivían. 

¿Es cierto que los salesianos en sus colegios inducían a los indígenas a abandonar su cultura, la cerámica qué era considerada como cosa del diablo?

No es cierto. Yo anduve mucho por todos los alrededores visitando las comunidades de los shuar y había ceramistas, sino que vino la cultura del aluminio y abandonaron la cerámica por comodidad. Pero todavía ciertos objetos, ollitas, que estaban en los fogones para cocer la yuca se elaboraban con extraordinaria habilidad. 

¿Qué hay de la famosa colección de planchas de oro de Carlos Crespi?.

De manera categórica lo digo ¡eso es cuento!, sino que en cierto momento se generó una expectativa, como un boom. Es más, Crespi jamás visitó la Cueva de los Tayos. Le metió en ese cuento Von Daniken, que visitó un día a Crespi y encontró su colección y le dejaron al Padre Crespi confundido. Yo visité Los Tayos, justamente durante mi período del servicio militar, junto a Coangos. Me contaron que había unas cuevas y demás. Pero me dijeron que adentro había tiestos y no los encontré. Era un descenso miedoso, bajé de manera vertical usando lianas hasta la entrada de la cueva. Con antorchas, hechas con la secreción de un árbol y linternas. Vi los túneles inmensos y todo eran formaciones naturales. No había mano del hombre y cuevas como estas en la región oriental hay muchas. Los indígenas entraban allí para proveerse sobre todo de los pichones de los tayos. El Padre Porras las descubrió y se hizo un escándalo porque decían que allí había unos tesoros gigantescos y que todo se había saqueado. Luego se hizo una expedición por los 80´s. No hallaron nada y le trataron a Porras de mentiroso, yo a Porras le escuché que los militares se enojaron y suspendieron todo, habían dicho ¡Nos vamos mañana!, porque no hallaron nada, solo unos 4 tiestos que vino recaudando Porras, tipo Machalilla, tipo Chorrera. Estuvieron allí, se dio este intercambio, pero esto se une a los últimos estudios que se han hecho en el río Morona, en el valle de Los Cuyes y el trabajo de otros arqueólogos en el Morona. Un día en Huasquensa, en un simposio organizado por el Consejo Provincial de Morona Santiago sobre arqueología amazónica, nos mostraron unos tiestos impresionantes que eran de apariencia Valdivia, tenían unas caras de Valdivia, pero estaban en la zona oriental, en la zona de Huasaquensa, la gran misión de los salesianos. Nos reunimos con este amigo, Caterhine Lara, Lyn, está narrado en la revista de antropología “Una excursión a Huasaquensa”. Fuimos allí y visitamos dos lugares a 4 o 5 en pleno monte y eso está lleno de tiestos. Faltan estudios, porque lo nuestro fue solo una visita superficial. En la zona oriental sitios con estratigrafía es difícil, son elevaciones pequeñas y no hay presencia de elementos grandes como pirámides o ciudades. Quizás al lado de Macas junto al Upano. Esas cosas de las que hablaba Porras, pero sitios pequeños. El denominado jíbaro de hoy como el de antes es nómada, están en un sitio hasta que se cansa la tierra y ya no produce yuca, se van a otro lugar. Hay que estudiar y datar estos lugares para ir armando el rompecabezas, de un trabajo intenso, ir al campo, a la montaña. Tenemos muchos arqueólogos de oficina y más que de oficina de escritorio. Sentados. Que esperan el cheque y nada más. Si ni en Cuenca quieren salir, no se diga meterse al Oriente, donde está la culebra, la hormiga. No, no, allá no quieren. 

¿Por qué la intelectualidad de Cuenca no le dio la importancia debida al informe de Max Uhle?. Pasaron casi 60 años entre el descubrimiento, el rescate y puesta en valor de los vestigios de Tomebamba, mientras tanto la urbanización de la ciudad avanzó destruyendo gran parte de esos vestigios

Porque en aquel entonces le tomaron como una novedad y nada más, el informe fue muy bien recibido por una intelectualidad y una élite. Remigio Crespo es quien hace la presentación del informe de Uhle. Había un grupito de los discípulos de Matovelle, el padre Durán, del padre Jesús Arriaga, que eran oblatos, estaban los Cordero, los Tálbot, Honorato Vásquez, pero eran una minoría y al desaparecer ellos se acabó el interés por Tomebamba. El sitio quedó abandonado cerca de 60 años, se construyó un colegio, luego los edificios del Banco Central, barrios enteros. No había respeto por nada. Un destino trágico. Pasaron por encima una avenida, despareció por la urbanización el templo de viracocha. Un cuadro terrible. Derrepente me hallé entre mi afición y conjeturas perversas. Algún día visité una hacienda ubicada en las alturas del Valle de Yunguilla en la que habían tiestos alineados no tan finos como la cáscara de huevo, habían bruñidos y otras cosas más y como testigo me habían llevado a ver eso. Los habían recogido, a nivel de superficie, a propósito de cavar un canal de riego. Escogí un par de tiestos y los traje con mucho entusiasmo. Pero uno de los propietarios de la hacienda había dicho de mí que soy un tal por cual, hecho el estudioso, pero lo que viene buscando es oro. ¡Aquí en estos tiestos tiene que haber oro!, dentro de la arcilla tiene que haber oro. Dispuso que su peonada se ponga a recoger tiestos en cantidad, los molieron todos y los lavaban en batea. Ese era y es el estado de cosas, la ignorancia. 

¿Qué se ganó con la presencia de Max Uhle?

En la obra de Collier y Murra, traducida al español, está la carta de Max Uhle en la que describe el campo de saqueo en el que se convirtió Cerro Narrió. Tremendo. Fue una suerte cuando llegaron Collier y Murra habían quedado pedacitos en Cerro Narrío y con eso pudieron rescatar la estratigrafía. Pero el sitio era un horror y parecía la luna, cráteres lunares. Se formaban y desparecían compañías para llevarse el oro. Lo mismo que se hizo en Sísig en 1899. Yo obtuve los documentos en las notarías de Guayaquil de cómo se constituyeron las sociedades para cavar las huacas del Sígsig. Desde la misma autoridades, que se coludieron, el juez, el jefe político, el comisario. No eran cualquiera, era la misma institucionalidad. Era solo una explotación económica y es lo que ocurre en Chordeleg, con sus huacas y familias dedicadas a esto. Y el destino final de las piezas halladas fue terrible. Las llevaron a Perú. Yo tengo el famoso artículo que escribió el doctor Gonzalo Serrano. Llevaron cajas de cajas de objetos de oro, vía Balao a Lima. En Lima no tuvieron buque donde embarcar y les tomaron el pelo. Fueron a parar en la Casa de la Moneda en Madrid, España. Otra parte está en el Museo de las Américas en Washington. Un comerciante, Sabine, logró comprar un lote de estas piezas en Guayaquil y ahora se conservan en el Museo de las Américas, gracias a Dios. Yo hice un trabajito que se llama “El tesoro precolombino del Sígsig”, con la Casa de la Cultura. Tiene todos los documentos, un trabajito que no gustó a muchos, porque hablaban que el Sígsig fue saqueado por los gringos y se metían ya hacia lo político. La realidad es que fueron las autoridades y las familias del mismo lugar las que cometieron este atropello. Contado por los descendientes de esas familias. El gran beneficio la presencia de Max Uhle fue comenzaron a esclarecerse cosas, que antes no se habían sospechado. 

¿Cuál es la influencia de Tomebamba?

El padre Matovelle se impresionó mucho en su viaje a Yunguilla, porque el sector era realmente impresionante. Sumaipamba y Jubones. Y a lo mejor de procedencia incaica, pero más que inca hay una presencia anterior que fue detectada por Uhle y por Collier y Murra. Las estructuras que allí se levantaban le impresionaron a Matovelle, considerando que en Cuenca se decía que no había nada, aquí Pumapungo era un llano donde era la finca del padre Vázquez, con una casa hacia la esquina del predio. Todo era un llano. Frente a la estructura de Yunguilla que eso era impresionante, porque estaba en un sitio seco. Y bien conservado. Pero no había piedra tallada. Ahora nada de eso queda, todo fue arrasado. Las invasiones, ahora solo quedan sembríos y casa de veraneo. Entonces la controversia estaba planteada, porque habían vestigios en Yunguilla, en Pumapungo, en Chaullabamba y en Ingapirca, entonces ¿dónde estaba Tomebamba?. La discusión de la época. 

¿Qué piensa de Pumapungo?

Fue un centro de difusión de la presencia inca, dentro de su proyección territorial. Tiene un valor histórico y arqueológico real. Sobre si era una ciudad o no, hay allí algún cuestionamiento. Tomebamba era la provincia, es todo. Sea lo que fuere, este sitio tiene una memoria importante. Era parte de un sistema de tambos, fortalezas y centros de acopio. Sitios importantes como Zhin, al lado de Taday, en donde un alcalde mandó por allí una carretera y ¡no pasa nada!. Sobre si es cañari o inca, ese es otro tema porque no estoy muy convencido de la existencia de los cañaris. No soy un cañarólogo. Creo en los preincas, que hay que resignificar. El cañari es trabajado desde las crónicas de España, una construcción hispánica. Hay una serie de datos que nos ponen inquietos. El nombre de Cañar: hay una población anterior al descubrimiento de América en España, en las estribaciones de la Sierra Nevada, cerca de Granada, que se llama Cañar. Cañar, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia, significa “sitio poblado por cáñaros” o cañaveral. Y esto del cáñaro es medio forzado, habría que preguntar quién lo usó. Jijón y Caamaño dice que cuando los españoles fueron a la conquista de Quito había entre ellos algún andaluz oriundo de Cañar y por eso se les puso cañaris. Otra cosa más, cañari es una palabra quichua que significa “vasallo eficiente”, los incas llamaron a todos los del norte del Tahuantinsuyo cañaris. No solo a una etnia, sino a todos y eran pueblos diversos. Hasta los de origen amazónico. Gentes que tenían una etnia, con pequeños detalles que los identificaba y que los hacían apetecibles para los incas. Los incas los usaban como fuerzas de choque, eran parte de los orejones. Todas están son cosas que nos mantienen desconcertada. Hay una obra que se llama Ollanta, en cierto momento Ollanta le dice a Tupac Yupanqui en quichua “yo quiero ser tu cañari”. Andar siempre adelante. Quienes acompañaban a Atahualpa habría que ver que cañaris eran. Hay un pueblo al norte del Perú que se dicen cañaris, que alguna vez me emocionó mucho. Fui hasta allá sorteando todas las dificultades y peligros. Pero nos encontramos al ir allá que son bracamoros y hablan quichua, no tienen nada que ver.

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