El Adviento llega a Patul sobre acémilas
El grupo del Club de Andinismo Sangay y el equipo médico del Hospital de Girón, caminta a Patul
Por Hernán Rodríguez Girón
CUENCA, Ecuador (21/12/98).- Los renos y Papá Noel pertenecen al mundo neoliberal. Los niños de un caserío marginado vivieron un instante de fantasía. La Navidad llega para los niños de Patul sobre los lomos de 10 acémilas, único medio de transporte hasta una comunidad que todavía vive los rezagos del Siglo XIX, cuando el resto del mundo está en las postrimerías del Siglo XX.
Patul, a 3.600 msnm, es un tambo en la olvidada ruta de los contrabandistas de alcohol, pasando el Nudo del Azuay y en las estribaciones de la Cordillera Occidental de Los Andes, sur del Ecuador. Sus primeros habitantes se asentaron en el lugar en las décadas finales del XIX.
La memoria humana viva más longeva de la comunidad, Eudoxia Angüisaca, próxima a cumplir los 90 años, recuerda a Lorenza García, como una de las primeras personas que hicieron su vida junto a la laguna. Desgraciadamente, un registro aproximado del año fue borrado por un juego de niños, que utilizan como blanco de sus “pallcas” (les llaman “flechas”), a las lápidas de un pequeño cementerio. Años y nombres son ahora ilegibles en su mayoría, de los allí enterrados, desde el principio de los tiempos parece.
El Club de Andinismo Sangay y los médicos del Hospital de Girón organizaron una caminata al caserío, llevando atención en salud, ropa y juguetes para los niños del lugar. Son 4 horas pie y 2 sobre una mula, caballo o yegua. Todo comienza en Illincocha, a los 3.800 msnm, junto a la carretera Cuenca-Molleturo, que corta en dos como una navaja el Parque Nacional Cajas.
La única vía de acceso es un sendero entre rocas y lodo, abierto por los cascos de los caballos, que serpentea entre el pajonal. Apenas iniciado el camino, los anfitriones encuentran al grupo, son arrieros, hombres generosos que enseguida ofrecen sus cabalgaduras a las mujeres.
Una estampa que ya es muy difícil de ver, es la de más de una decena de caballos ascendiendo la montaña en fila, dueños de su mundo, conocedores de cada espacio entre las rocas, no fallan en el momento de la pisada. Parece que tienen un mapa dibujado en sus cabezas. Manejados por hombres recios, formados a la intemperie, en la lucha permanente con la montaña. Todo eso está siendo aplastado por la modernidad.
Raúl Peláez Riera es el guía de esta “máquina del tiempo”. Va indicando los lugares por los que pasa la caminta, 23 personas de la ciudad que sin su ayuda estarían perdidas. Ondococha, una laguna, fascina por su belleza; el punto más alto es Loma Cajas, una abertura sobre el Nudo del Azuay, altura en la que el corazón empieza a fallar.
El altímetro de Beatriz Burkhard, una ciudadana suiza de 67 años enamorada de Ecuador, registra los 4.000 msnm. “Este aparato es de fabricación japonesa, no me gusta lo japonés”, señala disgustada. Wilson Serrano, presidente del Club Sangay, estima que la Loma Cajas está a unos 4.300 msnm.
Ante los ojos de caminante se abre un paisaje infinito, por suerte despejado, un antiguo valle formado en épocas remotas por un glaciar, es la Pampa Grande de Baute a 3.850 msnm y puerta de entrada a Patul. En El Chulo, la antesala del destino final, la “Chuquirahua” o “Flor de los Andes”, en todo su esplendor, da la bienvenida al Club, mientras un quillillico vigila atento desde el aire.
Falta lo necesario para una escuela
Wilson Serrano, su sobrino Nicolás, encabezando
la caminata.
La pobreza en Patul es grande. Una puerta abierta a la desnutrición. Desde hace 6 meses que un médico no visita el lugar. Como una bendición divina, la lluvia empezó a caer al momento en que el Club Sangay llegaba a Patul. Eudoxia Aguisaca tiene una explicación: “ahora somos malos. Nada bueno se da. Solo frío”. Y no paró de llover hasta la mañana siguiente.
El tiempo transcurría lento, como frenado por una mano invisible. Pero el clima no importaba. Los niños esperaban para recibir atención médica, trabajo que se prolongó toda la tarde, a cargo del equipo encabezado por el Dr. Eduardo Albán.
“Es la primera vez que estamos haciendo esto y nuestra idea es repetirlo cada 6 meses, venir a Patul. Es una comunidad que hemos visto está muy necesitada. Está aislada de la carretera. Son algunas horas de caminata y el acceso es realmente difícil”, señala.
“Constatamos un alto índice de desnutrición, de parasitismo, de infecciones de las vías respiratorias, incluso problemas de alteración del lenguaje, que son bastante frecuentes acá. La pobreza en este sector es muy grande” explica el Director del Hospital de Girón.
Cuando entraba la noche, 35 niños y 15 adultos habían recibido los cuidados de los médicos. “En odontología solo hicimos trabajos de extracción y calsas preventivas. Aprovechamos la coyuntura del Club Sangay, para hacer este tipo de visitas y un diagnóstico, que nos da cifras negativas en desnutrición y parasitismo. Esto se podría prevenir con un poquito de educación para la salud. La pobreza no es una justificación para la falta de educación y vamos a educar en salud, que es importantísimo”. Eduardo Albán específica que en el centro mismo de Patul viven unas 4 familias, pero que a 30 minutos a pie se asientan unas 30 familias, una población aproximada de 300 personas.
Necesitamos ayuda
Yolanda Tirado, con 23 años, es profesora de la escuela de Patul, se educan 23 niños. Está allí desde 1996, unos dos años. Pasa 5 días educando a tantos niños como los cumpleaños que ha celebrado. Los fines de semana sale a Cuenca. “La infraestructura de la escuela es elemental. Necesitamos bastante ayuda para que el edificio tenga aspecto de escuela. Bancas nuevas, pupitres, útiles”.
Vive el drama de la educación rural, abandonada a su suerte. No recibe el apoyo de la Dirección de Educación y tampoco tiene material didáctico para guiarse. “Los padres de familia dan dificultades para que sus niños estudien. No colaboran con la escuela. No les compran útiles y a veces no les matriculan a tiempo. Algunos padres están asomando luego de meses. Recién se matricularon dos niños”.
Un regalo a cambio de una sonrisa
Tres payasitas aparecen como por arte de magia a repartir juguetes, caramelos, ropa, entre los niños. Basta con ver sus ojitos abiertos por la curiosidad y sus rostros iluminados de alegría, para apreciar la importante misión que cumple el Club Sangay. “Necesita todo Patul sanitarios y educación y hasta un poco de relaciones humanas. Desde hace dos años llevamos juguetes a Patul, Nabón y otras comunidades. Solo a Patul traemos médicos. El doctor Eduardo Albán es miembro del Club”, explica Wilson Serrano.
No pierde la oportunidad para advertir, con un poco de acento apocalíptico, que “el clima está cambiando a nivel mundial, es bastante problemático. Tendría que educársele a la gente que si tumba un árbol, siembre dos. El clima está muy cambiado”. Las rondas infantiles animan el ambiente antes de la entrega de los juguetes.
La alegría de almas inocentes
Cuando la noche abraza con sus lenguas de oscuridad a Patul, amplificadas por la neblina, se encendió la fiesta gracias a un motor de luz. La casa comunal y la iglesia son las únicas construcciones que tienen instalaciones eléctricas. Al ritmo de “saltashpas” los niños de Patul hacen aflorar la inocencia de sus almas. Les encanta bailar, sobre todo Carlitos que no perdona a nadie. Tiene 6 años y aún no sabe hablar, por problemas de lenguaje.
El festejo se prolonga hasta más allá de media noche. Es el momento propicio para recordar los “tiempos antiguos”, cuando se subía arriando desde Sanahuín, en la costa, hasta 30 mulas cargadas con “perras” de trago de contrabando, para vender en las fiestas de Cuenca, por San Carlos o en Carnaval, en Santa Rosa u Ochoa León, en las ferias libres también. Hasta apenas hace 5 años atrás se distribuía el licor prohibido. Por cada “perra” se obtenían 10.000 sucres de ganancia.
“No era negocio”, se queja Honorio, oriundo de Cuenca y que tiene su propiedad en El Chulo, más arriba de Patul. La ruta del contrabando iba por Sanahuín-Patul-Pancho Negro- Los Yungas. “Nos metíamos por los cerros para evitar los guardias de estancos”, cuenta Elías. Si les sorprendía la ley había que huir, de lo contrario se armaba la balacera. También era la ruta para llegar a las haciendas de Bulu Bulu y a La Troncal, en otras épocas.
“Solo un poco de ayuda del Gobierno bastaría para hacer progresar a Patul”, reflexiona Wilson Serrano, mientras la máquina del tiempo funciona otra vez para regresar a Cuenca y al Siglo XX, “pero no existe el interés”.
Para conocer más a Patul
- - Los habitantes de Patul viven de la agricultura, la ganadería y la pesca de truchas. Siembran habas, maíz, papas, mellocos, cebollas, aunque la tierra está “demasiado seca y las heladas acaban con las plantas”.
- - Hay 1 día y medio de camino entre Patul y La Troncal. Se pasa por Sanahuín y Manta Real.
- - - El 24 de diciembre ocurre un fenómeno climatológico especial en Patul: cae nieve. Una navidad al estilo norteamericano.
- - Los apellidos fundadores son Prado, Alvarado, Angüisaca, Solís. Manuel Jesús Prado llegó al sector a finales del Siglo XIX. El nieto de Lorenza García, Carlos Alberto Solís, se casó con Eudoxia Angüisaca y la llevó a vovir en Patul en 1932.
- - Eudoxia es ahora la “más antigua” de la comunidad. Nació el 18 de abril de 1912. Tiene 86 años, de los cuales 66 ha vivido en Patul. Tuvo 7 hijos. Su yerno, Tomás Angüisaca (Don Efrén), es el hombre “con más posibilidades” de todo el sector.
- - Tomás cuida más de 200 cuyes en el piso de la cocina de su casa. Los animales en un corral a la intemperie morirían de frio.
- - En el cementerio, 35 tumbas son parte de la historia de la comunidad. Luis Alvino Pérez Riera, muerto a los 16 años, el 6 de septiembre de 1974, un recuerdo de sus padres; Carlos Elías Solís, muerto a los 14 años, el 14 de mayo de 1954.
- - Existen tumbas del Siglo XIX, pero sus lápidas son ilegibles. El cementerio está delimitado por una cerca con piedras apiladas.
- - Julio Padro fue elegido hace pocos días administrador de la escuela. Donaciones para rescatar del olvido el centro educativo se pueden hacer al teléfono 839-487 o en la Calle de la Cruz 3-109, Cuenca, casa de la profesora Yolanda Tirado. 23 niños necesitan ayuda, la mayoría cursan el segundo año de educación básica.
- - El equipo multidisciplinario del Hospital de Girón estuvo formado por: Dra. Jenny Chuchuca, Dr. Patricio Loja, Dr. Eduardo Albán, Dra. Dalia Rubio odontóloga, Dra. Patricia Peralta odontóloga y la enfermera Patricia Martínez.
- - Por el Club Sangay asistieron como voluntarios: Wilson Serrano, Fernando Dávila, Lorena Reyes, Hernán Rodríguez, Jorge Merchán, Carlos Peralta, Marina Zúñiga, Tania Tapia, Roberto Andrade, Marcelo Tamariz, Germán Solís, Betty Saquinahua, Angélica Ortega, Ruth Noguera, Beatriz Burkhard y Nicolás Serrano.
Hernán Rodríguez, Lorena Reyes y Nicolás, junto a la laguna de Patul.
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